En la actualidad, la transformación digital en la educación pasa necesariamente por la adopción de un LMS o Learning Management Systems. Este tipo de aplicación soporta la gestión y el control del aprendizaje dentro y fuera del aula de clases. A diferencia de un ERP o Enterprise Resource Planning, que gestiona los procesos administrativos, el LMS gestiona el proceso de enseñanza aprendizaje.
Los LMS brindan herramientas que permiten la interacción entre los estudiantes y docentes, tanto sincrónicamente, como asincrónicamente, tales como las videoconferencias, evaluaciones, entregas de trabajos y asignación de calificaciones, y un sinnúmero de actividades académicas que enriquecen el proceso de aprendizaje.
1. Rendimiento: Un LMS debe rendir bien. Al ser gestores de contenido, es primordial que el usuario tenga la mejor experiencia de navegación. Se debe poner mucho énfasis en este aspecto, sobre todo, si se tiene un LMS de código abierto, como Moodle. Aunque sea una de las mejores aplicaciones, su rendimiento dependerá de la infraestructura tecnológica donde se monte. La institución educativa debe garantizar que la aplicación cuente con los recursos tecnológicos adecuados: memoria, espacio en disco, ancho de banda, etc.
3. Evaluar la satisfacción del usuario: Es importante escuchar a los usuarios. Sobre todo a los estudiantes. Se puede incluir alguna pregunta sobre la satisfacción de uso del LMS en la evaluación docente, pero no es lo mejor, pues estará relacionada a la forma en que el docente imparte su clase. Si se puede solicitar retroalimentación de forma independiente, mejor. Y si se puede ir más allá, es recomendable ejecutar proyectos pilotos para que algunos usuarios prueben nuevos módulos o herramientas antes de ofrecerlas a todos los demás, y así garantizar que sea del agrado de todos.
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